No sé si no es una costumbre en mí, pero siempre me ha sido más difícil reconocer las propias virtudes. Quizás porque uno suele ESCUCHAR cómo uno es, más que PENSAR lo que uno es. Por eso, al definir los "tres pilares" o "aristas" de mi triángulo de virtudes me resultó complejo; condensar mi propia percepción en solo tres palabras es un verdadero desafío.
¿Por qué?
Supongo que la respuesta está en que no podemos acotar nuestra esencia a conceptos, a ideas limitadas. Las virtudes resaltan de acuerdo a la situación, así como los defectos, y eso es lo que nos permite adaptarnos y constituir una herramienta terapéutica, como un medio terapéutico.
Es por esto que logré definirme ese día, como: optimista, alegre y paciente.
Veamos qué diré mañana...
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